¿De dónde saco el tiempo?
Si algo me pregunta la gente repetidamente es de dónde saco el tiempo para realizar mis labores profesionales diarias sin descuidar las tareas domésticas y familiares. Pues bien, he aquí mi respuesta.
Para empezar, no salgo a pasear al perro, puesto que no tengo; no miro los largos vídeos que me envían por WhatsApp y un día de estos bloquearé la recepción de todos los contenidos multimedia, cansado como estoy de tanto material inane o decididamente estulto. En cuanto a ver TV, tan solo consigo aguantar, y Dios sabe con cuánto esfuerzo, una cuarta parte de telediario antes de quedarme traspuesto en el sofá. Por otro lado, y esto creo que merece ser destacado, últimamente voy en motocicleta de puerta a puerta, lo que me ha permitido comprobar el lujo que supone no sacrificar valiosos minutos a la tediosa y no poco enervante empresa de buscar aparcamiento para el coche. Por lo demás, hay que reconocer que realizar una profesión liberal, como es mi caso, posibilita organizarse el tiempo del modo que uno quiera, y el carecer de un jefe o “amo” al que ofrendar, como a un voraz dios Crono de pacotilla, cantidades industriales de tiempo constituye una ventaja invaluable. Por último, aunque en realidad debiera figurar en primer lugar, me levanto temprano.
No obstante, y pensándolo bien, creo que las personas que me preguntan asombradas cómo consigo alargar o aprovechar mis horas del día no me dirigen la pregunta a mí sino a ellas mismas, y lo que buscan en realidad es responder a un enigma más general: ¿qué ha ocurrido con nuestro tiempo humano? ¿Por qué las horas de actividad diaria de un individuo parecen hoy contener menos minutos que en épocas pasadas?
Desde luego no cabe dudar del aumento en la exigencia de actividades en todos los ámbitos sociales, incluso en el empleo del ocio, que se ha vuelto casi un imperativo. Tampoco es nada despreciable el tiempo que dedicamos a desplazarnos en transportes públicos, especialmente en las grandes urbes; y qué decir de la sobreinformación y saturación de las redes sociales, verdaderas vampiras no solo de nuestro reloj vital sino también, lo que tal vez sea más grave, de nuestra energía mental y nuestra capacidad de deseo.
Pero, en cuanto a consumo temporal se refiere, acaso el broche de oro lo merezca ese monstruo de mil cabezas denominado Burocracia. El exceso administrativo que infecciona nuestra organización social es delirante, un punto surrealista. El ‘vuelva usted mañana’ de Larra no solo sigue operante sino que se ha convertido en la fórmula sagrada que por desgracia conjura el entramado oficial sobre el que descansa y se adormece nuestra sociedad. Y qué decir de la educación de los hijos. Podríamos analizar durante semanas la insaciable glotonería que en cuanto a exigencia la educación de unos hijos impone. Hijos que son concebidos cada vez con mayor cautela por falta precisamente de tiempo, encontrándonos así sitiados por una cultura de masas donde uno debe dedicarse con ahínco a montar los dichosos muebles IKEA para que al final siempre sobren tornillos y siempre falte tiempo para otras cosas.
La gran paradoja de esta enorme trampa del tiempo empequeñecido, sin espacio para hacer casi cualquier cosa, es que la especial inteligencia del sistema capitalista ha conseguido que nos sintamos culpables incluso de no hacer nada. “Si no tienes tiempo para hacer algo, es que no tienes verdadero interés en hacerlo”, dicen los dichosos entrenadores motivacionales, dirigiendo toda la culpa hacia el individuo, hacia cada uno de nosotros, y nunca hacia el sistema. Incluso el descanso es planteado en términos compensatorios para continuar con la actividad, una actividad en perenne déficit de tiempo para ser llevada a cabo.
Todo lo cual nos hace recordar esa ejemplar fábula en que un hombre de provecho trabajaba con tenacidad pensando en tener tiempo en el futuro para sí mismo, mientras que el pobre desocupado le contestaba que él disponía ya de ese tiempo que el otro tanto anhelaba.
Por Fernando Pérez Del Río
foto en el bar Jarra Heavy con Michel
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1 comentario. Dejar nuevo
Buenisimo, sin mas.