Del furor de los Autovideos al cansancio
Fernando Pérez Del Río
Si algo hemos visto con el virus es, en primer lugar, la necesidad que tenemos de comunicarnos positivamente con los demás.
No es infrecuente encontrar estudios que nos repiten las mismas ideas: las regiones del cerebro que se activan ante el aislamiento social son similares a la necesidad de comer; el contacto con los demás es “una necesidad” y dependiendo de personas esta sería de mayor o menor intensidad.
Antes del virus, conviene recordar que ya sabíamos que la gente sube a las redes vídeos de todo pelaje, agresiones, haciendo ruidos, comiendo plátanos, teniendo relaciones sexuales, cada uno con sus motivaciones, y ya sabíamos que los jóvenes ya no ven la TV y se pasan las horas viendo vídeos en YouTube o Instagram, imponiendo la narrativa del turoriales, el make yourself y la propia historia de cada uno. Cualquiera de los díez youTubers más conocidos en España tienes más seguidores que todos los grandes medios de comunicación juntos. Pero ahora la diferencia es que compartimos comunicaciones positivas con los demás.
En segundo lugar, durante la crisis del coronavirus se han producido situaciones de miedo e incertidumbre y, además, han circulado miles de bulos, y como contraposición se ha producido un estallido de autovídeos, donde cada uno cuenta su versión y su realidad. Ante la inseguridad, cuento mi verdad, y los demás lo solemos percibir como algo “auténtico”. Decía I. Bauman que asistimos a una cultura atomizada, fragmentada, y al final la sociedad es como un cuadro impresionista donde cada uno expone su verdad.
El autovídeo es una manera emocional de afrontar la situación y de solicitar a los demás reevaluacion; no se trata solo de un vaciado emocional como hacen los odiadores (haters) en Twitter o en otras redes. No es solo es el deshago con la terapia del grito, que por cierto suele ser en ocasiones hasta contraindicada, se trata de buena guisa de algo que se comunica a los demás a la espera de feedback. Y así, asistimos a una masiva reclamación de atención pública apelando a las emociones, un hecho que apenas ocurría y ahora ocurre hasta la fatiga.
Estas respuestas de afrontamiento ahora públicas, pueden ser de muchos tipos, pero tienen en común sentir que atesoramos un destino común y que pertenecemos a “algo”.
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