Mi salud mental y yo
Los problemas psicológicos son problemas del mundo interior de los pacientes. Esta postura nos aleja de la posibilidad de que sea lo social o el entorno grupal el causante del malestar.
Hasta aproximadamente los años ochenta del siglo pasado la orientación de la salud pública era de tipo «conductista»; esto quiere decir que la responsabilidad de la salud mental de las personas recaía básicamente en ellas mismas, se apoyaba sobre el comportamiento individual de cada uno.
Bien mirado, incluso las recomendaciones que la propia sociedad promociona para mejorar el estilo de vida y el cuidado de la salud son siempre de corte individual: sentirse a gusto consigo mismo, dejar los malos hábitos como el alcohol o el tabaco, vigilar la alimentación, hacer deporte, focalizarse en la propia inteligencia emocional, canalizar y gestionar adecuadamente las emociones, liberarse emocionalmente, tener esa anhelada conciencia plena, optimizarse a sí mismo, hacerse las cejas, cuidar la autoimagen, teñirse, centrarse en el templo del aquí y el ahora, ser asertivo, tener tiempo para uno mismo, poseerse a sí mismo para llegar al verdadero yo, controlarse en todo momento si yo quiero, cuidar la postura de la espalda durante las relaciones sexuales, ser optimista, realizar meditación trascendental, mejorar a toda costa la autoestima, etc.
La industria del autoconocimiento ha aumentado de manera ingente, casi hasta el ridículo.
Pero en el año 1986 la OMS publicó la llamada Carta de Ottawa para la promoción de la salud y con ella dio un pequeño giro a esta idea al sostener que las condiciones ambientales y el entorno son igualmente determinantes. La salud dejaba así de ser cosa de uno mismo casi exclusivamente; a partir de entonces era tenido en consideración el grupo social que todos constituimos y dentro del cual nos necesitamos mutuamente. Pero esta carta de buenas intenciones no implica que las cosas cambiaran.
De forma oportuna o tal vez algo tardía, según se mire, se quería apostar por la participación activa del paciente para que este pudiera implicarse en las decisiones e incluso movilizarse de forma positiva, con lo cual se esperaba que las personas tuvieran mayor control sobre su salud.
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