Vivir sin coche
Hace seis meses por fin di de baja el coche y, fiel a las novedades, me decidí a vivir sin vehículo alguno. Me adelanto a la cercana fecha 2040 del fin de las ventas de coches diésel y gasolina.
La primera conclusión que extraigo es lo complicado de vivir así, más bien por cuestiones logísticas: si uno quiere vivir sin vehículo y no ser una especie de Diógenes, o volverse un neorural, habrá que vivir en un barrio donde pueda ir andando a comprar el pan y todo lo que se necesita día a dia; hay que vivir en un lugar donde puedas llegar a pie al colegio con los hijos y hay que haber considerado muy seriamente la opción de vivir cerca de donde uno trabaja.
Muy pronto, sin ser utopía alguna, tendremos que apoyar el pellet nos guste o no, las motos eléctricas, los coches compartidos con app y, como decíamos, apoyar un urbanismo que promueva las ciudades policéntricas, que cada barrio tenga un centro donde adquirir lo necesario y, obviamente, alejarnos del modelo californiano de chalets adosados en una especie de infinito alfoz donde necesitas el coche para todo.
Y ahora que se acercan las elecciones, no estaría de más que alguna propuesta fuera fomentar la ciudad policéntrica dado que ya nadie duda de que nuestro sistema tal como lo conocemos es a todas luces insostenible.
Los nuevos cambios nos llevarán a escoger cualquier opción ecológica. Y, como el pájaro Dodo de Alicia en el País de las Maravillas, cualquier opción ecológica será buena.
Ahora que no tengo coche, veo sus infinitas comodidades: cuando llueve tengo que conformarme con coger el paraguas, y si tengo que llevar un paquete (esto me ha ocurrido dos veces en seis meses) tengo que llamar a un taxi.
También hay que cambiar la relación con el tiempo, puesto que el coche fomenta una cierta impulsividad. Ahora tengo que planificar al coger el autobús, y veo que siempre hay jubilados, algunas mujeres y estudiantes y casi siempre soy el único hombre de mediana edad que viaja en bus…
En estos seis meses no he probado los patines eléctricos, ni creo que los pruebe, y he llegado a la conclusión de que la bicicleta es un invento absolutamente insuperable. Y, por último, no he visto a nadie triste sobre una moto.
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