La meritocracia ¿realmente el éxito se debe a nosotros mismos? O es una combinación de suerte y tenacidad.
Hay muchas personas que han llegado alto en su profesión, y suelen pensar que tienen un don muy especial; que son más inteligentes o que tienen un don. Una pedantería que en principio puede ser aceptada, pero es un elitismo que conduce a pensar que el que no estudia y es obrero, ha escogido la vida fácil.
En no pocas ocasiones escuché decir eso de: “me tienen envidia”, “un sindicalista es un envidioso”.
Pero estoy de acuerdo con Antonio Escohotado en que la vida es una combinación de tenacidad pero también de suerte.
Quizá por la trayectoria de mi propia vida he visto a gente humilde y normal trabajar muchísimo y cuando digo muchísimo lo digo en sentido literal.
Un estudio de famosos jugadores de hockey sobre hielo concluía que lo más determinante para la fama era algo tan simple como la fecha de nacimiento: los que habían nacido en enero tenían menos posibilidades de ser escogidos que los que habían nacido en diciembre.
Hay cientos de estudios que hablan de esto, por ejemplo, sabemos que hay diez veces más probabilidad de ser inventor en una familia media o rica que de clase baja.
Hace poco conocí a una mujer que me contaba: “Mi madre tiene enmarcada la foto de mi hermano en oro con bordes de plata, mi foto no está enmarcada y está guardada en un cajón bajo los jerséis de invierno.
Pues bien, este es mi desafío, si un día me encuentro con una persona que me diga lo siguiente, la invito a cenar: “Me ha ido bien y más o menos triunfé porque las expectativas sobre mí fueron adecuadas, fui a un buen colegio con buenos contactos sociales y tuve la suerte de estar bien aconsejado. Me avalaron mi primer piso.
Mi alimentación fue correcta. Mis padres no me despreciaron y esto me dio estabilidad emocional. Tuve todas las facilidades para estudiar, opositar o formarme aquí y en el extranjero”. Una cena, insisto.
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