La peste del nacionalismo
La ideología denominada neoliberal, basada en el principio del capitalismo en estado puro y del libre mercado que resume la expresión laissez-faire, implica una sociedad de personas fragmentadas, intocables, atrapadas en su ombligo narcisista y con un mínimo de relaciones humanas, pues crea la ilusión de que uno mismo es del todo autosuficiente y logra que la propiedad e intereses individuales primen sobre los del resto y hasta excluya abiertamente a los demás. Pero todavía más grave es que impregna no solo a las personas sino incluso a los Estados, como evidencian realidades actuales como el Brexit en Reino Unido o el Gobierno de Donald Trump.
Por otro lado, esta corriente económica y política se traduce en una suerte de pseudo-filosofía grupal cuya divisa es la creencia en el derecho de cada uno a decidir sobre su propio destino con total independencia de los intereses del prójimo y de los distintos agentes sociales, lo cual, en una época necesitada de un convencido ejercicio de ejemplaridad civilizadora en lo tocante a derechos civiles y ciudadanos, no puede constituir sino un nuevo y engañoso canto de sirenas.
Quizá por esto el escritor y periodista Javier Cercas comentaba recientemente en un artículo de opinión que “el cóctel nacionalista que se ha servido en Cataluña —un cóctel hecho de victimismo y narcisismo supremacista, aliñado con gotas de xenofobia— no sólo es incompatible con los ideales de la izquierda sino letal para la Europa unida”.
Y he aquí la gran paradoja: que una corriente neoliberal de derechas, excluyente y narcisista sea apoyada en gran medida por la izquierda, tradicionalmente integradora y solidaria.
De ello resulta un cuadro sinóptico muy confuso, un revuelo de intenciones no siempre honradas donde a la postre los que salimos perdiendo somos los demócratas, pues cuando las posturas se hacen extremas y dogmáticas brota el confusionismo y el miedo, y ya se sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores y demagogos.
Diariamente vemos cómo tanto las derechas como las izquierdas, en lugar de intentar aportar soluciones conjuntas a los problemas que acucian a la sociedad, prefieren dedicarse a publicar en las redes sociales noticias negativas de unos y otros, a criticar sin piedad y de forma casi patológica a los representantes de signo opuesto, creando así una nueva forma pública de canalizar su propio odio e instaurando una gimnasia exhibicionista de las ideas más extremas.
Aun después de tantos años, lamentablemente y más que nunca, sigue siendo imprescindible recordar aquel célebre texto de Stefan Zweig que reza: “Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea”.
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