De la polarización de las Politicas Identitarias al malestar psíquico

De la polarización de las Politicas Identitarias al malestar psíquico

Fernando Pérez del Río

A partir de los años 50 del siglo pasado los trabajadores de clase media-baja empezaron a tener casa y coche, acercándose así al estilo de vida de la clase media-alta, lo que llevó a algunos partidos de marxistas a temer que cada vez tendrían menos electorado, por lo que apostaron por otros nichos como las políticas identitarias. 

Este tipo de políticas enarbolan la causa de grupos identificados como víctimas (por ejemplo el denominado colectivo gay, género, determinadas regiones) y desprecian a todo lo que atente contra dicha causa, pues todo aquello que sea contrario a ella será la fuente de todos los males. 

Ergo, las políticas identitarias refuerzan la polarización política que de por sí define el juego gubernativo. Basta asomarse a las redes sociales para ver una marea gigantesca de críticas bien pergeñadas entre unos y otros.

Desde hace muchas décadas, los mayores especialistas en este tipo de políticas son los partidos de izquierdas. Y sabemos que las políticas identitarias también incluyen en su zurrón la censura de la corrección política.

Ya no es tan frecuente escuchar debates sobre propuestas y soluciones, como bajar el IVA un punto a los heroicos autónomos o realizar propuestas a largo plazo. Estamos ante políticas alejadas de los ideales de la Ilustración, alejadas del pensamiento llamado “catedral”, más cercanas a la epidérmica inopia del TikTok, políticas que no profundizan casi nunca en casi nada, quedándose habitualmente en la crítica emocional de superficie. Incluso se acepta la fake news de turno si es coherente con la postura identitaria que uno tenga; basta con que la falsa noticia desprecie al adversario. 

Porque las políticas identitarias “mal entendidas” tratan de eso, de adscribirse emocionalmente a un grupo de víctimas y despreciar al contrario que suele ser el hombre blanco heterosexual cisgénero. ¿Dónde está lo comunitario, el “todos juntos”, dónde está el bien común, lo universal? 

Vivimos una tolerancia cínica, segmentada, parcializada en el sentido que protege mucho a unos; los que ellos consideran víctimas y discriminados y, no a otros, los que ellos consideran opresores, los hombres que tiene supuestamente la culpa simplemente por existir.

Vivimos en cierta medida una “solidaridad” manipulada, que sirve para mantener los nichos de votos y el poder de algunos grupos políticos y eso queramos o no, no es “justicia social”.

Vivimos un nuevo tribalismo en no pocas ocasiones muy hostil, de regiones, de géneros, etc. 

En fin. Basta ya de separar a la gente.