Las nuevas Aplicaciones App para ligar en un radio de un km o la distancia que quieras. Columna de opinión.
Una amiga me contaba que, mientras andaba con sus otros amigos por la calle, no hacía más que oír el sonido “pipipi” de los móviles, y no era el sonido del WhatsApp, -¿Qué sonido es ese? -preguntó-. -Es el de la app para ligar, -contestaron casi a coro-. Cada nuevo contacto suena un aviso. ¡Ah!, -respondió ella-. Y diez metros después volvió a sonar: “Pipipi”.
Con las nuevas tecnologías, ya sabíamos que cada uno se vende a sí mismo como si de una sociedad limitada se tratara, cada uno crea su perfil, y se postula a sí mismo; no se necesita de un club que nos acoja y acepte, no hay puesta de largo, ni a un jefe que nos apunte con su incorrupto dedo. En esta década cada uno crea su grupo de pares y se procura su espacio.
Todo ventajas, aunque siempre hay algo sospechoso en lo nuevo que nos hace mirar de reojo.
Si uno desaparece por el motivo que fuere de la red social, nadie se entera de su inexistencia; solo existe el que publica, el que tuitea, de tal guisa que para existir hay que estar activo: si no eres activo en el clash of clans te expulsan del grupo, y esa es la diferencia entre las redes sociales y la comunidad; la comunidad y el grupo te buscan en tu ausencia, la red te olvida mucho más rápidamente.
En cuanto a las app para ligar no se necesita ser especialmente asertivo, ni vestir con cierto arte o gusto, no se precisa tampoco manejar la importantísima comunicación no verbal, que es la que atesora el mayor porcentaje de información en un mensaje comunicacional.
diferente a uno mismo, no ve lo restante y no se roza con ello ni se impregna en una especie de clasismo autoimpuesto… Se trata de ligar con alguien que gana lo mismo que tú y vive en un barrio parecido, en tu ciudad, con iguales servicios. Como explicaba acertadamente Zygmunt Bauman, uno se instala en una zona de confort escuchando el eco de su propia voz.
Lo que también cambia con la app es el tiempo que dedica a ligar; el seguir sigilosamente el rastro como en el cuento de El Rayo de Luna de Gustavo Adolfo Bécquer ha quedado casi en el olvido, lo que cambia es el preguntar y el esperar, pero sobre todo “la espera”, puesto que ya no se espera.
Por último, frente a la antigua cultura de tener que “posponer el deseo”, se impone lo momentáneo, la impaciencia del usar y tirar pide paso. Vemos cómo la química de antaño que te hacía acercarte al otro sexo ha sido reemplazada por la información y la acumulación de datos, el tuit, el post y el mensaje corto sustituye a la mirada. Sin duda estamos en la cultura de las cifras, la evaluación y su análisis.
Y al final, en la sociedad de la vigilancia uno acaba controlándose a sí mismo, se vuelve dócil, y bastante previsible. Pronto tendremos estudios de satisfacción sobre las app para ligar. Posiblemente será un buen tema de investigación. Pipiripipi. Suena otra vez.
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