Ingletes y el arte
Uno suele tener sus escaparates favoritos donde siempre fija su mirada y, en una especie de fidelidad secreta, se detiene unos segundos. Lugares con poesía que forman parte de la geografía estética de cada uno.
Uno de esos lugares está situado en una de las esquinas de la plaza de la Libertad (Burgos); por cierto que su dueño, José, segoviano de Sepúlveda y burgalés, me comentaba hace poco que este verano se va a jubilar.
Aunque escuchemos cifras astronómicas en torno al arte, poco tienen que ver con nuestra realidad. “El arte se ha convertido en instrumento de legitimación de las marcas y de las iniciativas del capitalismo” (Gilles Lipovetsky y Jean Serroy).
Yo añadiría que esta microcultura del arte está sobredimensionada (otra burbuja más) y deja sus beneficios a las casas de subastas, y no genera comunidad, me refiero a que si salimos de la especulación sobre valores seguros como Judd, Munch, Giacometti, Cy Twombly, Picasso y Miró, nuestra realidad es otra, y si bajamos a pie de calle la cosa cambia y no precisamente en calidad.
Sabemos, con los datos en la mano, que la desigualdad sigue avanzando, y el ciudadano mayoritario, “ahora de clase media baja”, apenas compra arte. En primer lugar le tocó a toda una generación comprar casas infladas en precio, viviendas pequeñas casi sin paredes, (la otra generación no llegó a comprar casa alguna y tuvo que emigrar); la gente sabe que, tras la dura crisis, debe pensarse dónde invertir y en qué gastar. Por otro lado, se ha puesto de moda el marco barato con la foto de ikea, una decoración “en serie” de usar y tirar en forma de póster de estudiante tunero. La población envejece y hay menos jóvenes que decoran sus casas, y sus sueldos son más bajos. En resumidas cuentas, se vende muy poco arte y los valiosos artistas de barrio tiran sus precios.
En el Tercer Plan de Juventud de la ciudad de Burgos una de las propuestas era crear, en el antiguo Laboratorio Municipal de la calle Juan Bravo, un centro similar al Hangar pero destinado a artistas plásticos, titiriteros, teatro, circo, etc. y de ese modo fomentar el arte, pero a las soluciones dedicaremos otra columna. Mientras, quiero agradecer a José (de Ingletes), que nos haya regalado su buen gusto durante tantas décadas.
Fernando Pérez Del Río
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