El problema es el amor
Trabajé con adictos en Palencia, Valladolid y Burgos.
Cuando recibía a una persona que llegaba en prácticas, solía aterrizar un poco asustada, algo temerosa, otras veces, bajo diferentes mascaradas, sostenían llegar con una pasmosa seguridad.
Pero el problema no es la violencia; la violencia no se trabaja en los centros o en las consultas, se trabaja la impulsividad previa a la agresión.
Eso lo vemos muy claramente en la relaciones de pareja, el que maltrata suele empezar por pequeñas micro agresiones y, si no se para, sube la intensidad y poco a poco sus acusaciones y amenazas aumentan.
Digo esto puesto que curiosamente el problema solía ser el amor. En un espacio donde los pacientes se despojaban de su pasado problemático, no pocas veces traumático, de su soledad, y reconocían haberse malgastado durante años, volvían a mirar desnudos (simbólicamente) al mundo, y a su alrededor, lo primero que se encontraban era a una chica o chico de prácticas, esperando, con ganas de escucharlo todo y de entender.
Al igual que los hijos compiten con uno de sus padres para ganarse el amor del otro, el estudiante competía con el centro y los psicólogos por vincularse de una forma especial al paciente, sin duda era un humanismo mal entendido.
Bajo esta onerosa condición, las chicas o chico de prácticas quedaban a escondidas con los usuarios, y el amor por fin estallaba. Casos en los que uno se enamoraba de la falta o, por fin, canalizaba su pauta de cuidador.
Mi consuelo era que estos enamoramientos ocurrían en todos los centros de España.
Estas relaciones de amor creaban verdaderos problemas, los usuarios se estancaban o dejaban su proceso terapéutico y se entregaban a la pasión de haber encontrado algo “puro”. Y al final una persona no curada de su dependencia volvía a depender de algo…
En fin, cuando hay conflictos se mira hacia la agresión, al odio, pero nunca al amor. Todo un error.
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