De la vigilancia a la autoexplotación
En la reciente película Sorry We Missed You, Ken Loach explica muy bien en qué consiste la actual autoexplotación. Sí, es una obra maestra a la hora de explicar por qué incluso, teniendo trabajo, una familia puede estar haciendo equilibrios constantes en el alambre de la pobreza.
Estamos acostumbrados a ver películas de Ken Loach que mezclan el humor y la tragedia, pero esta es una indigestión de realidad sin apenas guinda humorística alguna. El relato muestra la continua lucha de una familia por salir adelante trabajando 12 horas al día. Una clase media, media-baja desprestigiada como explicó con precisión quirúrgica el libro Chavs.
La nueva vuelta de tuerca consiste en que ahora la responsabilidad del fracaso es puesta en los propios trabajadores, en uno mismo, el locus de control ahora es interno y no externo: sociedad, suerte, jefes, etc, y ahí es donde está bien engrasada la nueva trampa del sistema. El que fracasa es solo por su culpa, y fácilmente se aislará y alejará del colchón que suponen los demás, se avergüenza de su situación, se deprime.
Tras exponer de forma sintética estos conceptos, podríamos argüir que asistimos a un sistema competitivo pero con uno mismo, individualista, donde el otro no existe, que viene bien si te va bien, pero si te va mal, como el Joker, es difícil que salgas del anudamiento del sistema.
Esta vuelta de tuerca consiste en algo excesivo, en los ingentes e insultantes ingresos de grandes compañías, y sabemos que desde los 80 la desigualdad aumenta tanto en épocas de crisis como de bonanza, y algo no funciona.
Así, hemos pasado del capitalismo industrial, del capitalismo de vigilancia orwellano, a la autoexplotacion neoliberal: no es necesario un jefe raro o caprichoso que nos eche, ni que tengas cámaras que te vigilen; hoy, por contra, los sistemas de evaluación, control digital, metas motivadoras y robots han llegado a ser un engranaje perfecto, una verdadera argolla para el trabajador que difícilmente podrá conseguir movilidad social alguna.
Esta nueva cultura bien podría ser un nuevo Caronte, el barquero al que hay que dar monedas, pero en este caso, es el propio usuario quien tiene que pagar y remar por llegar a la otra orilla, y además, puestos a prescindir de cosas, no importa si en sus aguas se pierden algunos pasajeros.
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