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Contratos

Los nuevos contratos cerrados de pareja:  ¿la urgencia de blindar el amor?

25 junio, 2025Fernando Pérez del RíoSexualidadNo hay comentarios

Fernando Pérez del Río 

En una época en la que los vínculos se diluyen con la misma rapidez con la que emergen, donde el afecto se esfuma antes incluso de haber echado raíces, resurgen —con tintes de paradoja— los llamados contratos de pareja cerrada. No se trata de un retorno a los preceptos religiosos ni de una nostalgia dogmática, sino de un intento quizá desesperado por rescatar el sentido de pertenencia de pareja en un mundo que lo disuelve todo. 

Para quienes no profesan una fe con normas explícitas, pero sienten la urgencia de asegurar fidelidad para poder entregarse sin reservas, el contrato aparece como una especie de pequeña tabla de salvación.

Es de sobra sabido que vivimos inmersos en una cultura de hiperconsumo emocional y la autonomía personal se ha elevado a dogma incuestionable. 

El ideal de una relación cerrada, estable y duradera y que tiene hijos, se alza hoy como un gesto casi subversivo, contracultural, una resistencia simbólica frente a la entronización del yo individualista. La fidelidad, antaño fundamento tácito del amor conyugal, hoy pasa a ser una cláusula que hay que redactar explícitamente con minuciosidad.

Porque pese a todos los avances, se ha roto lo más importante, el principio de conservación.

Frente a este panorama, el contrato conyugal cerrado emerge como un escudo de protección. Una estrategia donde algunas parejas desean proteger lo que ya no está garantizado por el pacto implícito del amor. En el contrato no hay lugar aquí para lo tácito: todo se verbaliza, se firma, se regula. Las parejas se juntan seriamente y trazan límites, se enumeran prohibiciones y normas, se cierran los flancos vulnerables por donde suele colar la infidelidad, esa sombra persistente que acecha silenciosa los vínculos contemporáneos.

Es algo muy novedoso y cada día mas parejas lo redactan en silencio. Es algo que no se suele comentar puesto que hoy en día cualquier pérdida de libertad está muy mal vista (aunque lo que hoy se da no es libertad, es por lo general una libertad negativa).

En realidad, es como pactar lo que se hacía antiguamente pero adaptándolo a la sociedad actual. ¿Pero, qué se pacta, en este intento de salvaguarda afectiva?

Pues cada pareja pacta lo que queire, lo que necesita para no vivir con angustia. Ante todo, lo que suele ser común en los contratos es la transparencia absoluta. Se suele establecer que los teléfonos no sean objetos personales, sino compartidos. Algo que se suele acordar es que las claves de acceso a redes sociales forman parte del inventario común. En muchos casos las parejas acuerdan tener redes sociales conjuntas. Se suelen prohibir los vínculos con terceros de lo otro sexo, incluso en su forma más sutil. Bajo este nuevo paradigma, las parejas en ocasiones acuerdan que no se pueda por ejemplo tomar un café con alguien del sexo opuesto, pues se convierte en acto políticamente sensible. Todo se puede acordar en los contratos de pareja, la vestimenta, las salidas sociales, el consumo de alcohol en ausencia de la pareja… todo es susceptible de revisión mutua. 

Todo debe ser transparente y verificado —ubicaciones compartidas, fotos, vídeos— no es un exceso tecnológico: es una respuesta simbólica al desgarro y al terminar solo y paseando a un perro. En un mundo sin límites, algunas parejas entienden que amar, hoy, es también proteger lo que se tiene mutuamente.

Este contrato relacional, rescata sin pudor ciertas formas de hace décadas, cuando la pareja era el núcleo afectivo y el refugio frente a la intemperie del mundo. Pero no es nostalgia lo que mueve a estas nuevas formas contractuales.

Como advertía el dramaturgo José Luis Alonso de Santos en su “Amor y humor al fresco”, no se trata de blindar el vínculo, sino de cerrarle las puertas al miedo. No por paranoia, sino por deseo legítimo de permanecer.

Porque en un tiempo que ha convertido el amor en objeto desechable, toda forma de protección afectiva —por rígida que parezca— es también un gesto de esperanza.

Etiquetas: Amor, Sexualidad

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