El síndrome del destierro interno en la empresa
Hay un síndrome del que queremos hablar hoy. Se trata de aquel que aflora en personas que desempeñaron alguna vez cargos de alto nivel: subdirectores, gerentes, coordinadores, etc., pero que, ya sea por problemas coyunturales como la crisis económica o por causas de carácter como el ser demasiado competentes y provocar que el jefe se sienta amenazado (esto lo explica muy bien el Síndrome de Procusto, el cual define a quienes aterroriza verse superados profesional o personalmente y por envidia no reconocen las buenas ideas de los demás), o por otros motivos, se les rebaja a los niveles inferiores de la noche a la mañana.
Conocí, por ejemplo, a un inspector de policía degradado a vigilante nocturno de un parque móvil, y a una periodista redactora de un periódico de tirada nacional que ahora trabaja para un blog de a euro la noticia.
Hay libros que lo explican muy bien, como la novela Recursos inhumanos del escritor francés Pierre Lamaitre. Este libro habla precisamente de estas personas a las que nos referimos, aquellas a quienes se rebaja al máximo dentro de la propia empresa, llegando al punto incluso de privarlas de la indemnización en caso de despido.
De un día para otro ya no deciden ni lo más nimio; de repente, como si se tratara de un fogonazo de luz negra, después de años de atesorar poder, pasan a ser los últimos de la fila y a padecer que les encomiende realizar las tareas más bajas y mecánicas.
Sus ahora nuevos supervisores, los mandos intermedios que hasta hace unos días les obedecían, pasan de pronto a darles órdenes. Pero lejos de apoyarse en el alto conocimiento de sus compañeros venidos abajo, estos favorecidos jamás les piden ni siquiera un consejo, y esto es así por varias razones. En primer lugar, porque sabiendo que fueron subdirectores o coordinadores, los miran con recelo y temen que vuelvan a ascender y ellos a perder su puesto intermedio; en segundo lugar, tendrán cuidado de no aliarse con el compañero señalado, puesto que ellos también, por el miedo al contagio que genera la simple proximidad, pueden ser los siguientes en sufrir lo mismo.
Pero en el fondo la ideología que subyace es la de controlar al grupo e imponer su supremacía frente al títere y abolido individuo aislado. Por tanto, el miedo hace que el “venido abajo” se quede solo, desterrado del sistema y de la planificación de la todopoderosa tribu.
Un amigo, víctima inconsolable de este infortunio, me decía hace poco: “Es difícil aceptar bajar de nivel cuando la información, el sueldo y el poder que se ha tenido son considerables, pero perder todo eso no es ni por asomo lo que más duele”.
Así es. Este síndrome indica que los desgarrados que permanecen en la empresa son personas que nunca llegarán a estar bien en ella, nunca conseguirán adaptarse a esa situación dogmática. Sin duda, siempre sentirán que se desprecia su acopio de saber, y su buen hacer se estrellará una y otra vez contra el reaccionario muro de ineptitud levantado por el predecible grupo.
¿Qué puede hacer la víctima para aliviar su situación? Posiblemente nuestro afectado protagonista mueva sus decisiones entre la vergonzosa sumisión o el abandono silencioso de la empresa.
Otra característica definitoria es que a los afectados casi nunca se les explica el porqué de su descenso, lo que hace sospechar oscuras maniobras entre bambalinas. El privilegio y el monopolio no necesitan dar explicaciones; pueden permitirse bajar el sueldo o cambiar drásticamente los horarios de sus “marionetas” sin ninguna razón justificada, o con razones muchas veces fácilmente falseadas por la Dirección de la empresa.
Aunque bien mirado, siempre estas situaciones se basan en aspectos emocionales, nunca en cuestiones profesionales ni económicas, es más suelen ser un despilfarro de tiempo y recursos
Nadie ignora que toda empresa ejerce algún tipo de violencia sobre sus empleados. El peruano Mario Vargas Llosa, en su último libro titulado La llamada de la tribu, denuncia, en este sentido, esa clase de violencia caracterizada por “la mediocridad y la asfixia del talento que acarrea toda burocratización de una actividad humana creativa, la exclusión de todo espíritu contestatario rebelde y la censura para todo experimento o búsqueda de lo nuevo”.
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