Vivir sin ahorrar
Fernando Pérez Del Río
Un hecho que ha llamado la atención en este momento es la limitada capacidad de ahorro. De buena guisa sabemos que, si vives en un estado de precariedad, seas del nivel cultural que seas, es muy difícil ahorrar, pero muchas personas con buenos sueldos, y negocios solventes, vive “al día”, y durante el Covid han tenido que pedir prestado desde el primer mes.
Antiguamente nuestros abuelos tenían bien aprendida la lección de la posguerra y la cartilla de racionamiento se quedó en el imaginario colectivo, guardaban aceite para meses en las casas y en la muy limitada economía familiar siempre había que ahorrar una pequeña parte.
Después de la crisis del 2008 (que tan bien ha explicado Costa-Gavras en Comportarse como adultos, Adults in the room (2019) o El capital (2012)), al año siguiente, en 2009 los ciudadanos ahorraron hasta un 13,4% de su renta disponible. Pero parece ser que fue una excepción, posiblemente poco a poco las personas fueron perdiendo el miedo a la crisis de las subprime y volvimos a vivir al día.
Si volvemos la mirada a los años 80, cuando comenzó un bombardeo masivo y publicidad neo, es ahí donde donde se empezaron a hacer imperantes otros mensajes no limit; empezamos a describir los casos de “adictos a las compras”, personas que no controlan sus impulsos, y estos atracones consumistas les producen alivio del malestar, enganchados al paraíso de las subidas emocionales de corta duración, y viene después él sentir culpa, vergüenza por lo que hizo, por lo que malgastó, y así en continua espiral.
Poco después hablamos de los turboconsumidores, término que hiciera popular Gilles Lipovetsky en su ensayo La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo. Hablamos en pedagogía del niño colmado de regalos, etc…
Ciertamente en estos últimos años bajo la amenaza de alarma del cambio climático, había muy pequeñas excepciones, lo vintage de los millennials, el subvencionar a tiendas que arreglen cosas frente al usar y tirar, el reciclaje, la regla “limite” de los cuatro regalos.
Incluso hay que subrayar la tendencia que se inició en Suecia, llamada “köpskam”, la vergüenza de comprar, por su alto coste medioambiental.
José Martí, cubano, escribía en 1895: “Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera… Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada”.
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