El ciberproletariado
El proletariado venía del campo y no tenía demasiada cualificación profesional, no poseía casa propia y en gran mayoría se tuvo que dedicar a trabajar para otros en condiciones de explotación. La desigualdad era considerable pero el deseo de mejorar y las aspiraciones de movilidad social también eran evidentes; finalmente, tras muchos avatares, se amortiguaron esas diferencias.
Hoy, las diferencias tecnológicas son tan significativas que unas pocas empresas tecnocientíficas, a la chita callando, han conseguido una posición de superioridad sin igual en la historia, asistimos a una nueva desigualdad sin parangón pero esta vez tecnológica, asistimos a un nuevo antagonismo social, y ya se habla de una especie de nuevo feudalismo por estas enormes diferencias no solo económicas.
Todo empezó siendo una maravillosa aparente horizontalidad democrática de la Red; la frase con impacto en twiter cobra importancia en forma de puntillismo y poco después la red empieza a despistar más que democratizar, las redes se han llenado de discursos emocionales; pierde fuerza el experto que filtraba y ordenaba y, al final, en este galimatías vivimos una “hedoné óptima” (placer suficiente máximo) de la comunicación, que diría Epicuro, engordando cada uno su propio semblante en Instagram, una generación embelesada en las redes fijado gustosamente cada uno en su pantalla.
Mas en poco tiempo sabemos que estas pocas empresas conocen casi todo de nosotros, nuestros datos biométricos, nuestros gustos, nuestras relaciones y, como se suele decir, los paquetes con nuestras compras nos llegarán antes de pedirlos.
El filósofo Han hablaba de “gente practicando binge watching (atracones de series), visualizando continuamente solo aquello que le gusta: de nuevo, proliferando lo igual, nunca lo distinto o el otro…”. Ciertamente, si buscas una asociación de música, la próxima vez que navegues por internet te saldrán anuncios de música de ese mismo estilo.
Los algoritmos nos llevan a juntarnos con grupos de iguales, nos llegan invitaciones de grupos parecidos a lo que somos, a lo que hemos leído y a los gustos que profesamos, el profesor se junta con profesores, y lo nuevo de esta época, la verdadera inteligencia del sistema o tecnodoctrina consiste en que el nuevo control intenta disfrazarse, viene revestido de nuestros propios gustos.
La trampa está en nosotros mismos, somos víctimas de los clic que hemos pinchado durante años, de los like que hemos regalado a diestro y siniestro, nos encontramos ante un nuevo ciberproletariado que no necesita a un jefe ni a un mediador, es un ciberproletariado autoexplotado en una “hedoné óptima“.
Dostoievski decía que “la mejor manera de evitar que un prisionero escape es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”.
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