Políticos que no negocian
La negociación tiene algo de arte y algo técnica, pero sobre todo le tiene que gustar al que la practica.
En la larga época del bipartidismo se ganaba cebando a los partidos nacionalistas para obtener el apoyo necesario, pero eso no se puede calificar del todo de “negociación”, puesto que técnicamente no había igualdad de poder entre las partes.
Otro principio básico de la negociación es que cuando uno empata al 50% no se trata de repetir elecciones, se trata de saber negociar. Citando a Innerarity, “cuando en un mismo espacio conviven sentimientos de identificación nacional diferentes el problema que tenemos no es de quién se alzará finalmente con la mayoría, sino cómo garantizar la convivencia, para lo cual el criterio mayoritario es de escasa utilidad”.
Otro principio de la negociación es la reciprocidad, dar y recibir, cuestión que tampoco se ha cumplido.
Otro, es alejarse de las posiciones rígidas o negociar por posiciones y, cuando el “no es no”, se produce en la negociación, debe ser castigado teniendo que buscar nuevos interlocutores. Por explicarlo de manera sucinta, si usted tiene un trabajador que no vende por ser rígido, hierático, habrá que pensar en reubicarlo en otro sitio puesto que, simplemente, no vale; podemos considerar que solo piensa en su propio beneficio, en maximizar resultados y, a buen seguro, no vamos a crecer y desarrollarnos juntos en la “polis”, y ese es el problema.
Y ahora, en España, no salimos de la negociación grotesca e individualista denominada “por posiciones” donde pactar es rebajarse o perder algo de poder frente al otro (ganar- perder).
Es imposible pensar que no hay material para negociar, puesto que los posibles elementos en juego son cientos. Se pueden hacer diferentes ofertas, lo que se denomina “tabla de postres”, o bloques; y lo adecuado en este caso hubiera sido realizar una negociación integrativa caracterizada por el diálogo empático de escuchar y preguntar y llegar a lo que se denomina “ganar ganar”.
Así que creo que no hay excusas para que se repitan las elecciones. Y en vez de tener altura de miras nos llevan a la polarización de las ideas, que es otro insulto a la inteligencia.
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