Desigualdad y Salud mental
Un informe que guardo con respeto es el estudio sobre la salud mental de personas que estaban en un proceso de desahucio, trabajo que vio la luz después de la crisis financiera en 2008, nos venía a decir ni más ni menos que aproximadamente al 95% de las personas que vivían estas situaciones se les podía diagnosticar algún trastorno de enfermedad mental, casi siempre la ansiedad y depresión eran las protagonistas.
A tenor de lo expuesto, el tema de la relación entre la salud mental y economía viene de lejos, pero no ha sido hasta el año 1996 con Wilkinson cuando se empezó a demostrar científicamente esta hipótesis: las sociedades más igualitarias y con mayor cohesión social son también las más saludables. Después de tres décadas de investigación, apenas una mirada fugaz vemos que las evidencias se van acumulando a favor.
Incluso la ONU, de vez en cuando, reconoce este hecho: la desigualdad, con todos sus ingredientes, es perjudicial para la salud mental.
Esto nos parece más que lógico a simple vista.
Pero bien soterrado aflora un debate intenso, puesto que la salud mental es entendida popularmente como algo biológico, los trastornos mentales son explicados como enfermedades físicas que requieren medicación y ademas les viene bien la psicoterapia.
Por otro lado, hay que apuntar que tanto la psicología como la farmacología están viviendo unas décadas doradas, la tozuda realidad es que el aumento de estudiantes de psicología y la prescripción de psicofármacos desde los años 80 ha sido absolutamente espectacular.
Este debate, pese a las evidentes discrepancias, no ha dividido a los expertos y sanitarios. De buena guisa sabemos que el actual modelo biomédico, medicación y psicoterapia, es un rodillo a la hora de entender la enfermedad mental, sin duda ha triunfado el modelo individualista, intrapsíquico.
Pero pese a este tsunami me resultaría embarazoso no recordar que, dependiendo de personas, estas necesitarán una cosa u otra, en algunas será importante la equidad en las políticas gubernamentales. Sabemos que hay sociedades más ansiógenas que otras, y queda claro que el estilo de vida, la presión y el presentismo, la atomización, la inseguridad laboral, la soledad no deseada, la continua e insistente precariedad de los jóvenes, son factores fundamentales a la hora de entender el sufrimiento humano.
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