¿Qué hay de nuevo en las adicciones?
En las encuestas de CIS el problema de las drogas ha desaparecido, pero sabemos que los problemas siguen existiendo.
Uno de los retos más destacables en la actualidad es retrasar la edad en que los jóvenes empiezan a consumir alcohol.
Podría incluso arriesgarme a decir que todos los que trabajamos en el ámbito de las adicciones estamos de acuerdo con que se consuma lo más tarde posible.
A buen seguro, uno de los objetivos de la próxima Ley será, con toda seguridad, implicar a los diferentes agentes sociales y la indigestión que supone el consumo de menores sea un problema compartido.
En estos últimos años se está analizando por qué las adolescentes de entre 13 y 15 años empiezan a consumir drogas legales antes que los chicos de su misma edad, cuando hace años ser mujer era precisamente un factor de protección frente a las drogas.
En rigor, podemos sostener que se desarrollan antes para lo bueno y lo malo, otras hipótesis que intentan ofrecer respuesta a este nudo afirman que se podría tratar de una mal entendida igualdad entre los sexos; quizá habría que analizar si las chicas sufren más presión por crecer más deprisa, por demostrar antes su madurez.
Y hete aquí que tal vez la llegada de esa ansiada igualdad frente a los chicos no conlleve únicamente aspectos positivos.
¿Por qué los jóvenes los consumen tanto? ¿Los compran en el mercado negro, los roban a sus progenitores? Sabemos que, en esta década que promediamos, se recetan más psicofármacos que nunca y la tasa de abandono a la hora de tomarlos es bastante alta, así que, en buena lógica, debiéramos preguntarnos cuál es el destino de estas pastillas sobrantes que no se consumen.
No es de extrañar que muy posiblemente un ‘efecto secundario’ más de las medicaciones sea que estas acaban cayendo en otras manos, manos a las que no estaban en principio destinadas. Ya Ovidio decía: “Veo lo mejor y lo apruebo. Pero hago lo peor”.
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